Los resultados de la última encuesta de Plaza Pública Cadem confirman una realidad que incomoda a muchos líderes políticos tradicionales Nayib Bukele, presidente de El Salvador, no solo lidera en su país, sino que también conquista el imaginario de los chilenos. Con un 81% de imagen positiva en Chile y un 42% que desearía un presidente con un estilo similar, Bukele se consolida como el líder internacional mejor evaluado. Muy por detrás quedan figuras como Justin Trudeau y Emmanuel Macron. Y, aunque parezca increíble, un 3% de los chilenos incluso declaró preferir el liderazgo del dictador Nicolás Maduro. Esta diversidad de opiniones revela la brecha entre liderazgos efectivos y aquellos cuestionados por su autoritarismo. Lo de Bukele no es casualidad es el resultado de una gestión audaz, efectiva y, sobre todo, coherente.
Una de las cualidades más sobresalientes de Bukele es el reenfoque que ha dado a los Derechos Humanos. En lugar de caer en discursos abstractos, ha puesto el foco en las víctimas del sistema: las personas afectadas por las pandillas, quienes deben esperar largas horas en hospitales y aquellos que no tienen acceso al agua o a servicios básicos. Esta perspectiva ha sido clave para fortalecer su liderazgo y conectar con los más vulnerables, demostrando que el Estado debe priorizar a quienes más lo necesitan.
El éxito de Bukele no proviene de palabras vacías ni de campañas elaboradas para las cámaras. Su popularidad radica en algo que escasea en la política: la coherencia entre lo que dice y lo que hace. Desde que asumió el poder, no ha titubeado en tomar medidas fuertes contra la violencia, la corrupción y la pobreza en El Salvador, un país que hasta hace poco era sinónimo de inseguridad y pandillas.
Su guerra declarada contra las pandillas es un ejemplo contundente. Durante décadas, estas organizaciones sumieron al país en un ciclo interminable de violencia. Con acciones como el régimen de excepción y la construcción de una megacárcel, Bukele ha logrado una drástica reducción de los índices de criminalidad. Su mensaje es claro: el Estado está para proteger a los ciudadanos, no para ser rehén de los grupos delictivos.
El Salvador también vive un renacimiento económico y social bajo el mandato de Bukele. La mejora en seguridad ha impulsado el turismo y atraído inversión extranjera, sectores que antes eran impensables en un país con tan alta percepción de riesgo. Además, su gobierno ha apostado por la modernización tecnológica, adoptando incluso el Bitcoin como moneda de curso legal. Aunque polémica, esta medida ha posicionado a El Salvador como un referente de innovación financiera.
Parte del magnetismo de Bukele radica en su estilo de comunicación directa, utilizando redes sociales como X para hablar sin intermediarios. Este enfoque lo hace cercano y accesible, en contraste con líderes que se escudan tras discursos tecnocráticos o diplomáticos. Bukele habla el idioma de las mayorías, humanizando su figura y reforzando la percepción de compromiso con los problemas reales de la gente.
En Chile, el contraste es evidente. Según la misma encuesta, el presidente Gabriel Boric apenas alcanza un 28% de aprobación. Mientras Bukele se centra en resultados concretos y la seguridad de su pueblo, en Chile seguimos atrapados en debates que a menudo parecen desconectados de las necesidades ciudadanas. La inseguridad, la inflación y la desconfianza en las instituciones requieren líderes que tomen decisiones firmes, aunque estas no generen aplausos inmediatos.
Bukele simboliza un cambio de paradigma. Ha demostrado que transformar un país sumido en la desesperanza en un modelo de progreso y seguridad es posible. Su liderazgo, aunque disruptivo, está respaldado por resultados tangibles. Y, sobre todo, nos recuerda que la política no se trata solo de promesas, sino de hechos. Bukele no solo ha marcado una diferencia en El Salvador, sino que su ejemplo trasciende fronteras, convirtiéndose en un faro para quienes buscan innovación y determinación en el liderazgo.
En un momento en que Chile busca respuestas y líderes capaces de enfrentar los desafíos del presente, Bukele resuena como un ejemplo de audacia, coherencia y eficacia. Por todo esto, creo que es fácil entender por qué Chile quiere un Bukele.
MARCELO ROCHA
INGENIERO COMERCIAL - MBA